¿CUÁNDO BUSCAR AYUDA PSICOLÓGICA?
En repetidas ocasiones se me ha preguntado cuándo una persona debe
buscar ayuda profesional para si misma. En realidad, he de decir que, no hay
una “respuesta tipo” que sea válida para todos. En buena ley, sería justo decir
que depende de la situación en la que se encuentre. Pero, en un esfuerzo por
hallar un factor común que pueda ser una guía ilustrativa, yo diría que hay un
signo para ponerse a buscar ayuda, y este es el exceso. Me explicaré. Cuándo
algo a lo que llamamos manía, preocupación, situación conflictiva, problemas
con la gente, insomnio, desazón, etc., está expresada de forma demasiado
frecuente y general, es una señal que debe ponernos en guardia. Hay un “algo”
que no nos permite estar bien, que nos impide estar en paz y que nos roba el sosiego deseable para
llevar la vida “normal”, esa que suponemos que tienen los demás.
Lo propio frente a este
tipo de situaciones es acudir a la gente allegada en busca de consejo. Recurrir
a la familia, o a los amigos de confianza, es la respuesta más frecuente que se
da cuándo uno siente que no está bien. Y está bien que así sea. Pero, en
demasiadas ocasiones, estas mismas personas nos van a decir que, buscar ayuda
profesional es una tontería o una pérdida de dinero. Que de los problemas se
sale por uno mismo, y sólo hay que proponerselo en serio. Además, parece que ir
al psicólogo supone aceptar que uno está mal de la cabeza, y ponerse en
tratamiento sólo va a confirmar esa sospecha.
Como se ve claramente, hay
un sinnúmero de presuntas razones para no hacer nada y seguir aguantando,
perpetuando así el sufrimiento. No hacer nada, o postergar los posibles
remedios para más adelante, no contribuye en nada a solucionar el problema. Lo
que sí se consigue, sin duda, es
encallecer la situación y hacer más duro y penoso el camino de la recuperación.
Tener problemas en la
vida, es normal. La vida es agonía, decían los griegos, o sea, lucha en
castellano, y que cada uno somos los protagonistas –los primeros luchadores- de
nuestra propia vida. Esto, que debe ser aceptado por todos, no nos debe impedir
ver que para algunas situaciones, no tenemos la solución en nuestras manos.
Reconocer, pues, que uno necesita ayuda, en determinado momentos, no es nada
vergonzoso y, muy al contrario, la
respuesta más sensata.
Voy a tratar de
caracterizar algunos de los desórdenes emocionales más frecuentes, a fin de que el lector tenga una noción
clara de cuándo se debe consultar al psicólogo.
1)
Ansiedad. Es el síntoma más frecuente que impulsa a buscar ayuda.
Tiene manifestaciones muy llamativas del tipo de miedo, temblor en las manos,
sudoración, palpitaciones, sentirse amenazado por males reales o desconocidos,
etc. etc. Se desencadena ante estímulos que sólo siente la persona ansiosa,
pero, aunque son subjetivos , su vivenciación resulta muy desagradable.
2)
Fobias. Constituyen un elenco de miedos particulares: a la gente, a
las alturas, a los animales, a los insectos, etc. Normalmente, son
desplazamientos de deseos personales, poco aceptables, hacia objetos- símbolo
más tolerables para el sujeto.
3)
La depresión. Es lo que se siente como una pena intensa que impide a la persona desempeñar su vida
normalmente. Fallan la autoestima y la percepción de los aspectos
positivos de la vida y del mundo. La agresividad está vuelta contra el sujeto,
y de ahí proviene su auto-desprecio. En el fondo, la persona se siente indigna
de experimentar una vida plena.
4)
Obsesiones. Son ideas, no deseadas, que se imponen a la conciencia del
sujeto y que generan una intensa angustia. Las más frecuentes son de tema
higiénico (gérmenes), moral (estar en pecado) y también de duda (imposibilidad
de escoger entre alternativas).
5)
Hipocondría. Aquí la persona pretende hacer creer, y cree ella misma,
que tiene alguna enfermedad física que ningún médico le sabe diagnosticar. Lo
que ignora es que esos problemas físicos son la expresión de problemas
emocionales que, al no ser conocidos y tratados, se somatizan (se convierten en
físicos).
Como se verá por lo dicho
hasta aquí, tanto los problemas enumerados como los que quedan sin mencionar,
son perfectamente conocidos y tratables. No hay que olvidar que en el mundo se
dedican millones de horas de psicoterapia, de todos los días, a tratar de
ayudar a las personas que se sienten
desgraciadas. Quiero finalizar diciendo que, cuando la realidad se
vuelve insoportable, siempre hay una o varias soluciones a nuestro alcance para
remontar la situación, tan solo hay que permitir que nos ayuden.
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